Opinión

Dos de Octubre no se olvida.

Por Arturo Soto Munguia

No sé si ya les platiqué de “El Jesucristo”, un tipo de larga cabellera rubia y luenga barba que inopinadamente se trepó al camión de la Universidad de Sonora en el que viajamos al DF (mano) unos 40 estudiantes por allá en el año de 1987 para participar en la marcha del 2 de octubre.



Íbamos de la UNAM a la Plaza de las Tres Culturas, donde iniciaría la marcha rumbo a Palacio Nacional. En el trayecto, se nos emparejó un camión lleno de granaderos por cuyas ventanas emanaban considerables volutas de humo que contribuían a incrementar los índices metropolitanos de contaminación del aire, con un agregado de fuerte olor a petate quemado.



Estaban por cumplirse 20 años de la masacre de Tlatelolco, la edad promedio de una delegación integrada por representantes de cada escuela de la Unison, invitados por integrantes del Consejo Estudiantil Universitario (CEU), cabeza de la huelga que un año antes cimbró desde la UNAM a todo el país y se inscribió como uno de los movimientos estudiantiles más poderosos de la época.



Cuando se emparejaron los camiones, “El Jesucristo” sacó su rubia cabellera y en tono amenazante retó a los granaderos, de ventana a ventana: “les vamos a dar otro 68 hijos de su puta madre”, les gritó.



Alguna mano consciente de las que ni se rinde ni se vende lo agarró de la chamarra y lo devolvió a su asiento con una conminación lapidaria: “¡Siéntate, pendejo, si en el 68 perdimos nosotros!”.



Para quienes asistíamos por primera vez a una marcha conmemorativa del 2 de Octubre en la Ciudad de México, la panorámica con decenas de miles de jóvenes en la plaza de Tlatelolco era un detonador de mil sentimientos. Rabia, tristeza, orgullo, alegría, esperanza…



Una complejidad difícil de entender aún hasta nuestros días cuando se pisan las baldosas que antes estuvieron llenas de sangre; entre edificios donde cada silueta en lo alto recordaba que allí estaban los francotiradores, en las calles donde años antes cayeron doblados por las balas un número indeterminado de jóvenes, hombres y mujeres. De donde desaparecieron otros tantos, donde han nacido tantas historias de dolorosa memoria.



Hasta donde recuerdo en esa marcha se hicieron pintas y pegaron carteles, pero no hubo destrozos. Hubo minutos de silencio que ensordecían las calles, y consignas que hacían retumbar los edificios. La entrada al Centro Histórico enchinaba la piel con pasos redoblados que cimbraban el pavimento y un grito que se debió escuchar muy lejos: “Ya vamos llegando/el gobierno está temblando”.



Era el penúltimo año de Miguel de la Madrid y en el Zócalo una consigna vencía el miedo de decir lo que no podía decirse en otro lado, en otro foro, en otro medio: “¡Paloma/Cordero/Tu esposo es un culero!”.



Los que hoy le mientan la madre a cualquiera en un tuit, jamás sabrán el escalofrío que era mentarle la madre al presidente en su Palacio, rodeado de militares y perros; granaderos y civiles a la expectativa de una orden por si aquello se salía de control.



Al frente de un contingente, alguien gritaba con cierta tonalidad musical: “Mi-gue-liiiiiiiiiiiii-tooooooooo”. Y la multitud contestaba en la misma melodía: “Yu-ju-yuuuuuuuuu-juuuuuuu”. Y luego todos a una voz: “Tan simpático/tan amable/tan fascista el hijo de su pinche madre”.



Luego el mitin, los oradores, los rollos interminables, las reivindicaciones perennes y al final el regreso a cada trinchera donde la noche era el pretexto para seguir tejiendo utopías.



Habrán de disculpar el flashback, pero fue inevitable en esta fecha. No me gustó la marcha de este año. No me gustó la idea del cinturón de paz ni los “anarquistas” haciendo lo que más bien parecía un performance previamente arreglado y con riesgos calculados.



Me gustó la conmemoración de la fecha, porque es la alimentación de la memoria histórica, para no repetir episodios trágicos.



Me parece ridículo que el presidente apele al chanclazo de las mamacitas y el regaño de los abuelos a los malportados, y no simpatizo con la idea de involucrar a burócratas obligados a contener protestas sociales, aunque en el fondo, sigo pensando que el Estado tiene los suficientes servicios de inteligencia y mecanismos de control, como para saber hasta dónde estirar la liga.



Los tenía en el 68, los tiene ahora. El problema es que en el 68 la liga se rompió y dejó un charco de sangre que no termina de secarse. El problema es que no se sabe hasta dónde va a seguir estirando la liga este gobierno, ni por dónde se vaya a romper.



Por cierto, cuando regresamos a Hermosillo, la noticia del día fue que habían “destapado” a Salinas como candidato del PRI.



Ahí se las dejo.



II



Circuló con profusión en estos días un documento conteniendo una supuesta estrategia del equipo cercano al alcalde de Cajeme, Sergio Pablo Mariscal Alvarado, en el que se traza una ruta crítica para posicionarlo como candidato de Morena a la gubernatura en 2021.



El documento incluye tareas y responsables de las mismas, y hasta una lista de posibles candidatos a diputaciones locales y federales, entre quienes destaca el legislador local conocido como “El Pollo” Castelo y la esposa del alcalde, Margarita Vélez de la Rocha.



Uno puede suponer que el documento es apócrifo desde el momento mismo en que pone como el eje de esa estrategia el buen trabajo que Mariscal Alvarado está realizando como alcalde, ya que los cajemenses tienen otros datos al respecto.



De cualquier forma, el propio presidente municipal Salió a aclarar la falsedad de dicho documento, y se lo adjudicó a “grupos de poder económico que nunca habían sido tocados en Cajeme”. No se necesita buscarle mucho para encontrar entre los destinatarios de ese mensaje los apellidos Bours Castelo, y concretamente el nombre de Rodrigo, regidor independiente que se ha convertido en una verdadera piedra en el zapato del alcalde.



En su cuenta de Twitter, el alcalde explicó que su prioridad es la construcción de un presupuesto federal que permita hacer realidad las obras que beneficien a los cajemenses y que nada lo distraerá de esas tareas, menos la gente que está más interesada en la grilla y sus intereses personales.



III



Hubo un tiempo en que en todos los partidos políticos aplicaban la frase “somos buenos para ganar elecciones internas, pero más para perder las constitucionales”.



Resumían de esa forma la nociva práctica de seleccionar o elegir a sus candidatos a contentillo de las cúpulas dirigentes y al margen de la voluntad mayoritaria de sus bases, lo que a la postre se traducía en derrotas electorales.



Tal axioma sigue aplicando, especialmente en el PAN, donde Ernesto Munro Palacios se está especializando en la resta y la división, olvidando la suma y la multiplicación.



La reciente renuncia de Jesús Ramón Díaz Beltran a su cargo de secretario de Capacitación (no a su militancia panista) se suma a una lista nada despreciable de militantes que se han alejado del partido, decepcionados de la manera en que está siendo dirigido, y de las maniobras que a todas luces buscan posicionar a Kiko Munro, hijo de Ernesto, como precandidato a la gubernatura.



Ayer, el diputado Eduardo Urbina hizo un serio ejercicio de autocrítica y entre otras cosas dijo que con los cuadros que actualmente tiene el PAN, no le alcanza ni para ganar la alcaldía de Hermosillo, y que si el partido no retoma el rumbo, terminará por perderse.



Fuertes declaraciones que seguramente retumbaron en el edificio blanquiazul del vado del río.



Urbina es el hombre fuerte de Damián Zepeda en Sonora, quien por cierto estará este viernes en Hermosillo para dialogar con la militancia sobre los retos y los riesgos de cara al futuro. Nos dicen que en el PAN andan batallando para llenarle el salón del hotel donde se llevará a cabo este encuentro. Ya veremos.



IV



Los mandos nacionales de Morena decidieron que quien aspire a un cargo de dirigencia en el proceso de renovación de mandos deberá renunciar al que ocupe, ya sea de elección popular, de gobierno o en la estructura del partido.



Lo anterior cayó como balde de agua fría (voy a patentar la metáfora) entre casi todos los aspirantes a la dirigencia estatal en Sonora, que sienten cómo viene fuerte la cargada a favor de Adolfo Salazar Razo, hombre cercanísimo a Alfonso Durazo, el poder real en Morena.



Difícilmente alguno de los que han sonado para relevar a Jacobo Mendoza se arriesgaría a abandonar su puesto a sabiendas de que Salazar Razo –que ya solicitó licencia a su cargo como secretario Técnico de la Secretaría de Seguridad Pública federal, al lado de Alfonso Durazo, precisamente-, trae los mejores amarres para hacerse de la mayoría de los votos, independientemente de que los 70 consejeros en los que habrá de recaer la decisión, aún no han sido electos.



Hoy por la mañana, Adolfo Salazar ofrecerá una rueda de prensa en la que seguramente hablará sobre este tema.



V



Con el mes de octubre llegan también las celebraciones por el 37 aniversario de Radio Sonora, un medio público que ha tenido en este año su prueba de fuego para no sólo mantenerse, sino crecer en contenidos y cobertura, armonizando su quehacer a las nuevas exigencias en materia de regulación, sobre todo en lo que tiene que ver con inclusión y defensa de las audiencias, diversidad, equidad de género y digitalización de contenidos.



Para celebrar este aniversario se ha integrado una cartelera con eventos recreativos, culturales y deportivos, que usted podrá consultar completa en el siguiente link https://radiosonora.com.mx/

Arturo Soto Munguía

Arturo Soto Munguía

El Zancudo... No mata, pero hace roncha