Opinión

El poder de uno, el poder de mucho.

Por David Parra

“La unidad como concepto refiere a uno en cantidad; también refiere a muchos al unísono en términos cualitativos”

“Bapú”, mejor conocido como Mahatma Gandhi, fue un líder indio singular que mediante una política propia inspiró a los hindúes para lograr la independencia de Inglaterra. Su método de lucha era una especie de acción pasiva, que evitaba la confrontación violenta con la cual mediante manifestaciones públicas con las cuales logró una enorme popularidad y se hizo de cientos de miles de seguidores incondicionales, que con “el poder de uno” lograron unificar al país y lograr su independencia.

Sin ir más allá en la cita, sirva el ejemplo para encuadrar el poder que representa que muchos piensen de manera parecida y empujen para el mismo lado. Ésa es, ni más ni menos, la esencia del sindicalismo y su componente indispensable, el liderazgo.

Los sindicatos surgieron en Europa en el siglo XIX como una respuesta a las inequidades que planteaba una relación desventajosa entre muchos de manera aislada, individual, y el dueño de los medios de producción, quienes trabajaban bajo condiciones de explotación en las cuales uno se enriquecía a costa del trabajo de muchos y los muchos vivían precariamente a pesar de sus esfuerzos y malas condiciones laborales y sociales.

Así podemos entender la conformación de las organizaciones sindicales en su más simple definición.

El ideal de los sindicatos es procurar mediante la autoridad moral de sus liderazgos que surge de un consenso amplio entre sus representados, una relación justa y equilibrada entre el capital y el trabajo.

A lo largo del tiempo las organizaciones sindicales han resistido las reacciones de grupos organizados en cámaras, en consorcios y otras formas de organización patronal, (otro esquema de sindicato, a fin de cuentas), -incluso desde los propios gobiernos que, en esta ecuación, su papel natural sería de equilibrador-, utilizando diversidad de métodos, principalmente el propagandístico, para desprestigiarlos y lograr de esta manera debilitar su máximo valor que es la unidad.

Por otra parte, no son pocos los liderazgos que han sucumbido a las tentaciones que en la relación con el poder derivan en distorsiones que resultan muy costosas para la clase trabajadora y sobre todo para el concepto de sindicato.

En México la historia de los sindicatos desde su surgimiento ha sido convulsa, donde la relación con el poder político ha definido su origen y destino, de tal manera que, en la plenitud de su consolidación, los sindicatos se constituyeron como aliados electorales y políticos a favor del régimen en turno.

Una de sus características definitorias fue durante décadas el llamado corporativismo, que consiste en una concentración de fuerzas para fines electorales y políticos en torno a los gobiernos que optaron por aliarse con sus dirigentes para garantizar estructura electoral y votación en las urnas, con lo cual se veía seriamente dañado el proceso democratizador en nuestra sociedad, lo que desgasto a las organizaciones por representar esto una desviación a la naturaleza reivindicatoria de las mejores causas que le dieron vida a estos gremios originalmente.

Visto desde otro ángulo, el corporativismo sellaba pactos de continuidad con los que las organizaciones y los gobiernos mantenían el status quo en el país con el compromiso de respetar acuerdos vigentes y aspiraciones futuras de una y otra parte; una oferta tentadora a la vez que dialéctica porque, paradójicamente, el mandato de los liderazgos sindical y político, de alguna manera obliga a ello.

En el trayecto de esa historia, ante diferentes coyunturas en la relación de estira y afloja inherente a este binomio indisoluble, la natural entre las organizaciones y los gobiernos, los diferendos derivaron en revanchas que desde el seno del poder se tradujeron en campañas de desprestigio que empezaron capitalizando los errores de dirigentes empoderados, algunos ebrios de poder, que no obstante brindarle buenos resultados a sus representados, terminaron siendo víctimas de sus propios excesos y con ello debilitando la unidad al interior al generar inconformidades desde otro ángulo de vista hacia el poder, que era del representado inconforme contra el líder opulento.

Citando a dos grandes Frankenstein diseñados, armados y vilipendiados por sus propios creadores: Fidel Velázquez, sempiterno líder de la CTM y Carlos Jongitud Barrios, contemporáneo de Fidel que lideró con mano férrea al sindicato magisterial, el SNTE.

Ambos liderazgos lograron encarnar la más acabada expresión del corporativismo mexicano, uno por el lado de los obreros, el otro por el lado del magisterio; las dos organizaciones más numerosas y sólidas en nuestro país que sirvieron el sistema político durante décadas y que definieron el estereotipo con el que finalmente los opositores al sindicalismo lograron denostar y desgastar la unidad fraternal, combustible indispensable para la vida de los sindicatos.

Con ese telón de fondo, llegamos al actual régimen autodefinido como social demócrata y que, por otra parte, por vía de hechos ratifica a un modelo económico al cual dice repudiar, pero a la vez sostiene con sus bases constitutivas intocadas.

En abril pasado se concreta la reforma laboral con la que ahora se pretende democratizar la vida sindical desde el poder político, aparentemente sacando las manos de los procesos, sustentándose en una definición que en automático pareciera pretender reconstituir un corporativismo ahora democrático, lo cual suena contradictorio per se.

Lo cierto es que dicha reforma responde a acuerdos tomados con, o impuestos por nuestros socios comerciales en el tratado comercial entre México Estados Unidos y Canadá (TMEC) recientemente establecidos, que buscan equiparar las condiciones salariales entre los trabajadores de nuestro país y de sus países, a un punto de equilibrio tal que a las empresas que buscan paraísos laborales como el nuestro, en lo sucesivo ya no les convenga tanto y de esta manera arraigar a los inversionistas en sus propias economías.

Esto implica que no se trata de que el obrero o el profesionista vayan a ganar ahora 10 veces lo que se les paga para emparejarse con las economías aliadas; más bien supone el llegar a un costo de trabajo tal que equiparado con nuestro país, los de los socios comerciales y el resto del mundo determinen hasta cuánto estarían cotizándolo en México como para que ya no resulte conveniente invertir en nuestro país ni en otras economías similares, salvo por razones distintas.

En tanto se da ese proceso, paralelamente los sindicatos modificarán sus sistemas de elección interna equiparándolos con los de la vida civil; es decir, a través muy posiblemente de la intervención del INE en las elecciones con voto universal directo y secreto por parte de los trabajadores, tendremos campañas mediante las cuales podríamos optar por tal o cual alternativa, lo cual de entrada suena bien pero muy riesgoso en cuanto a diferentes posibilidades.

Esto abre oportunidades de diversa índole y para diversidad de actores, lo cual no necesariamente representa el fortalecimiento de las organizaciones, y viniendo desde el poder político bajo las condiciones macroeconómicas y con las presiones globales en torno a ello, es como para desconfiar. Le seguimos en la segunda parte.

#Bytheway
Javier Villarreal Gámez, Secretario general de la CTM en Sonora nos acompañó en el abierto escaparate de “Los Grillos”, base de operaciones de Libre Opinión, donde abordó temas relativos a su actividad, destacando el anuncio del posible emplazamiento a huelga general que la Central de Obreros y Campesinos ha dirigido a la 4T con el tema de la crisis que atraviesa específicamente el Seguro Social, además del resto del sector salud.

De manera coincidente, a esas mismas horas se hacía oficial la renuncia del hasta entonces Director del Seguro Social, Germán Martínez, acompañada de sendos señalamientos que conceden incuestionablemente a la central obrera la razón en lo que bien podía interpretarse como una acción más grilla que auténtica hasta que el ahora Senador reincorporado evidenciara lo que otros no podían por más lamentos que prodigaban de manera generalizada.

Villarreal conoce lo suyo, visibiliza una serie de situaciones más locales que prevalecen en el entorno las cuales darán de que hablar en los próximos meses, en tanto la CATEM (Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México) pretende abordar el barco, según se afirma, con el apoyo total del nuevo gobierno para desplazar a un organismo tradicionalmente corporativo, para poner otro. ¿Será?

La Gobernadora Claudia Pavlovich recorre la entidad para hacer entrega oficial de autobuses escolares debidamente equipados para el traslado de alumnos de comunidades rurales donde no hay servicios educativos, con lo que le ponemos una bonita y brillante palomita al resolver un problema y atender una demanda añeja con la que se sustituye equipo obsoleto y se amplía la cobertura.

Agradezco sus comentarios @dparra001