Juan Manuel Vázquez
28 de octubre de 2024 07:49
Ciudad de México. Ferrari no ganaba en el Gran Premio de México desde 1990. La última vez fue con el mítico francés Alain Prost, en una épica carrera. El piloto salió desde el lugar decimotercero de la parrilla para remontar cada posición hasta conquistar el título. Algo que aún hoy resulta descomunal.
Más de tres décadas después, el peldaño más alto del podio en el autódromo Hermanos Rodríguez volvió a ser conquistado por la escudería del Cavallino Rampante, esta vez con el español Carlos Sainz, quien dominó con autoridad desde el arranque.
Ayer acudieron al Gran Premio de México 154 mil personas, mientras que durante los tres días se registró un aforo de 405 mil asistentes.
Sainz no tuvo que remontar y todo le salió a la perfección mientras parecía volar en monoplaza; detrás llegó Lando Norris (McLaren), seguido del monegasco Charles Leclerc, quien corrió gran parte en la segunda posición, pero fue rebasado a pocas vueltas del final con una maniobra fantástica del británico.
Otra historia quedó registrada para los otrora dominantes Red Bull, pero que esta vez quisieran borrar los recuerdos de lo ocurrido en la Magdalena Mixhuca. El campeón vigente Max Verstappen fue penalizado en dos ocasiones por incidentes con Norris, los cuales le costaron 20 segundos.
El monoplaza de Carlos Sainz durante la carrera en el autódromo Hermanos Rodríguez. Foto Víctor Camacho
El otro piloto de Red Bull, Sergio Pérez, no pudo recuperarse del mal paso de la temporada y volvió a sumar un funesto Gran Premio en casa. El mexicano sigue atrapado en un mal sueño del que no puede despertar. Si el año pasado sufrió un accidente que lo dejó fuera en el arranque, esta vez terminó en último lugar –de los 17 autos que terminaron la carrera– tras recibir la penalización de 5 segundos por una salida en falso. Después reaparecieron sus demonios: problemas técnicos con el auto que lo han aquejado casi toda la campaña.
Los de Ferrari, en cambio, desafiaron la realidad al transmutarse en viento. Sainz y Leclerc a bordo de sus autos se disolvieron para que su materia fluyera sin oposición, incorpóreos e inalcanzables para el resto de los mortales que se amotinaban detrás en aras de tocar al menos la estela que dejaban los dos bólidos del Cavallino Rampante. Hasta que apareció el incansable Lando Norris con un McLaren recio que no se separó de los punteros hasta que logró desbancar al monegasco y llegar como segundo.
Mientras, Checo no tuvo más remedio que luchar contra un destino que parece ensañarse. Luego de una arrancada que parecía asombrosa, logró superar cinco lugares hasta el decimotercero, y cuando su afición se ponía de pie enloquecida, desde la radio recibió un mensaje.
Tenemos noticias, le dijeron por la radio; parece que hay una investigación por esa arrancada.
Si dicen que el consuelo de la derrota es que ya no se puede perder nada más, con Checo Pérez la fortuna juega con perversidad. Salir desde el lugar 18 de la parrilla, por su eliminación en el primer corte de la calificación, puso en un predicamento al mexicano. Cuando parecía que era capaz de una proeza, fue castigado por la salida en falso para hacerle aún más adverso ese paisaje ya de por sí sembrado de espinas.
A Checo no le quedó otra opción por luchar contra los rezagados. Ahí le peleó a Liam Lawson (RB), con quien tuvo unos roces que incluso se extendieron hasta el final de la competencia cuando el mexicano quiso hablar con el neozelandés y este lo rechazó con descortesía.
Pérez entonces trató de rebasar a Lance Stroll, pero ya se quejaba del desempeño de su auto y no hubo espacio para hazañas cuando se está destinado a un fin de semana de amargura. Y la pesadilla de Checo, esa de accidentarse en la primera curva del autódromo, ahora la revivieron el japonés Yuki Tsunoda (RB) y Alex Albon (Williams). Ambos quedaron fuera tras el arranque. En tanto, el español Fernando Alonso, quien celebraba ser el primer piloto en participar en 400 Gran Premios, tuvo que abandonar la competencia en la vuelta 15.
Los líderes de la carrera vivían un trayecto muy distinto, con una disputa fascinante por el cierre.
En la imagen sobre esta líneas, el festejo del campeón.Foto Víctor Camacho
Los dos Ferrari se desplazaban como si no tocaran la pista, etéreos y coreográficos. Siempre con Sainz por delante y seguido como la cola de un cometa por su compañero Leclerc.
Y ahí, a menos de 10 vueltas del final, Norris recibió una indicación por radio: Necesitamos tu mejor forma de conducir, ¡ahora, vamos!, le exigieron. Y Lando pareció cobrar una potencia que no se había intuido hasta ese momento. Atacó en un instante y se fugó por el centro de la pista, mientras Leclerc se salía de los límites y de forma milagrosa evitaba estrellarse contra el muro. Ahora la punta la tenían Sainz, Norris y el piloto monegasco quedaba en tercera posición con la ansiedad que ocasiona lo inesperado.
Segundos atrás todavía había una trama adicional que narraban los pilotos de Mercedes envueltos en una lucha fratricida por la cuarta plaza, que al final logró Lewis Hamilton. Las últimas vueltas fueron de lances esforzados para rebasar a George Russell, quien se negaba por todos los medios hasta que no pudo más y terminó superado por su compañero. En ese orden cruzaron la meta.
Tenía muchas ganas de ganar este título, lo necesitaba para mí. Dije que quería una victoria más para Ferrari y conseguirlo aquí, con esta multitud, es increíble, declaró el piloto español en su cuarta victoria en la temporada.
Sainz dijo que México parecía imprimirle una gran fuerza. Quería ganar aquí, quería una victoria antes de irme de Ferrari. Hay muchas cosas que me ligan, el lenguaje y la gente; siempre me he sentido muy en casa aquí, remató el hombre que después de más de tres décadas volvió a darle una victoria a Ferrari en el Gran Premio de México.