Una calle de la Ciudad de México lleva su nombre y sus restos reposan en la Rotonda de las personas ilustres. Es que era notable, hombre sensible, artista de las letras y el sentimiento; de la prosa. Amado Nervo falleció hace 100 años, pero un siglo de ausencia lo contempla todavía, caballero de prosapia.
Su obra permanece intacta desbordando versatilidad entre la poesía y la novela, el cuento y el ensayo; pero también, ejerció el periodismo y la diplomacia a lo largo de una vida activa que concluyó con su muerte el 24 de mayo de 1919, a los 48 años de edad.
Perteneciente al movimiento modernista, fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y había nacido el 27 de agosto de 1870 en Tepic, de ahí que a la capital del estado de Nayarit se le conozca en la actualidad como Tepic de Nervo.
No fue la suya, sin embargo, una vida plena de fortuna y éxito, pues debió sortear calamidades que lo sumieron en la tristeza y la melancolía, la pobreza y la soledad; entre ellas el suicidio de su hermano Luis, que también era poeta, y el deceso del gran amor de su vida, Ana Cecilia Luisa Daillez quien falleció prematuramente en 1912. Ella le inspiraría los poemas de La amada inmóvil que se publicó póstumamente en 1922.
Una peligrosa uremia lo apartó de este mundo al fallarle los riñones y provocarle una grave acumulación de desechos en la sangre. Amado Ruiz de Nervo Ordaz, como fue bautizado, dejó de existir en Montevideo, Uruguay, mientras representaba a México en el Congreso Panamericano del Niño. Su nombre, no obstante, permanece en la historia de las letras iberoamericanas con todos los honores.
LOS PRIMEROS AÑOS
Amado Nervo era un niño cuando perdió a su padre. Cursó sus primeros estudios en escuelas de Michoacán donde ya desde entonces mostraba una inteligencia singular. Años más tarde, estudió ciencias, filosofía y leyes, aunque debió abandonar las aulas apremiado por la pobreza. Así, se vio obligado a trasladarse a Mazatlán, donde encontró empleo en el despacho de un abogado, al tiempo que se iniciaba como articulista en el diario El Correo de la Tarde. Estaba claro, entonces, que su camino serían las letras.
Fuente: El sol de Hermosillo.