Reyes Martínez Torrijos
03 de marzo de 2025 07:45
El escritor tsotsil Mikel Ruiz sostuvo que es momento para los integrantes de los pueblos originarios de reconstruir nuestro mundo literario y concentrarse en cómo queremos contarnos, pero también de cuestionar las voces que siempre los han relatado desde afuera.
El narrador dijo a La Jornada que en su escritura no puede prescindir de la cuestión humana: el trabajo, difícil para un escritor, es despojarse de sus prendas, lengua y aspecto, y llegar al ser humano, lo cual ha sido su búsqueda hasta su novela más reciente, Sk’ak’alil ayan li ak’obale / El origen de la noche, que presentó el pasado 26 de febrero en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, y el día siguiente, en el Museo Nacional de Culturas Populares.
Ruiz destacó lo esencial de retirar el aspecto físico y a qué cultura pertenece, pues el amor, el odio, el desamor, la muerte, el dolor, los celos y la compasión son elementos que todos los sentimos. Aunque seas tsotsil, tseltal, náhuatl, mestizo, europeo o asiático puedes amar, odiar, sentir rencor.
Reiteró que cuando da talleres a nuevos escritores hace hincapié en que, a diferencia de autores indigenistas, “no podemos contar así las cosas, llamándonos ‘indios’ a nosotros mismos, porque eso representa la cuestión ideológica de una época.
No sólo queremos contarnos, porque no son las voces narrativas, sino la cuestión de los focos que representan una ideología, donde nuestros ejes, de tsotsiles, tseltales, representan un mundo.
El narrador rechazó decir: “‘un tsotsil reacciona así’ o ‘lo que no hace un nahua’. No importa de qué cultura vengas, todos podemos reaccionar diferente, y al final hacer lo mismo, sólo falta el detonante que nos impulse a hacerlo. Todos podemos amar, sí, pero también matar, si una cuestión nos orilla a hacerlo”.
En El origen de la noche, obra ganadora del Premio Nezahualcóyotl de Literatura en Lenguas Mexicanas 2023, continuó Mikel Ruiz, “juego con el cuestionamiento de los imaginarios, de los buenos y los malos, víctimas y victimarios.
“Desde mis trabajos anteriores he buscado entrar en la mente del narcotraficante más temido y verlo desde su pensamiento, sentimientos y deseos, así como en la de la víctima. Ver cómo piensa, siente y enfrenta una situación. A veces no hay gran diferencia, la cuestión es cómo los separamos socialmente, dónde los ubicamos: ‘éste cometió este acto, es el malo; éstos son los buenos y las víctimas’.
Para mí no hay un porqué uno es malo y otro bueno; simplemente, las condiciones sociales nos llevaron a ir por un lado o por otro. Recordemos que los actores sociales son cambiantes, fluctuantes.
Mikel Ruiz recordó que esta novela surgió porque quería contar la historia de una niña que fue víctima de la masacre de Acteal, “pero mis investigaciones y otros trabajos me llevaron a otro lado y a cuestionarme algo crucial para mí: las víctimas siempre están, se les escucha, se manifiestan, están visibles (…), pero lo que me parece más complejo es cómo el gobierno ha sabido trabajar sobre los victimarios”.
Los paramilitares responsables de esos asesinatos “fueron liberados, uno por uno o en grupo, y no se sabe dónde están, de qué viven, qué hacen. Nada. Ellos desaparecieron, pero lo que sí se sabe es que están en sus comunidades, han regresado; incluso, han seguido ejerciendo cierto poder sobre sus víctimas (…) Ya están mezclados. Estoy trabajando eso en otro libro, algunos de sus hijos o parientes ya hasta tienen relaciones familiares con las víctimas”.
El también crítico literario sostuvo que según documentos de los paramilitares, muchos de ellos eran militares, pero nacieron en el mismo lugar donde fueron a masacrar. ¿En qué momento salieron? ¿Por qué? ¿Por qué luego regresaron con todo el coraje para hacer esto, deshumanizados? Y, ¿qué es ser, estar y actuar deshumanizado?
Semejante replanteamiento ficticio, añadió Ruiz, me ha permitido filtrar y entrar un poco en esa cuestión humana con el fin de entender qué pasó en su mente, en su corazón, que los llevó a hacer eso, qué está en juego; si no siente nada, no pasa nada en su mente; ¿será que no está visualizando al futuro, no tiene deseos de algo posterior? Creo que todo lo contrario: hay un montón de cosas. Es lo complejo que siempre he tratado de hallar en mis personajes, al menos en los principales.
En torno al título de la narración, explicó que el apellido del personaje Pablo Ak’obal significa noche, pero también se refiere al origen de su historia, cuando pasa por procesos complejos y va oscureciendo su alma, su corazón, la parte en que se construye este personaje desalmado para llegar a hacer esto.
Otro significado de la noche es la niña, que a consecuencia de la agresión pierde la vista y la memoria. No sólo es no ver la cotidianidad, sino ignorar el pasado. Es también el origen de la oscuridad de ella.
Ruiz concluyó: “terminé hablando del victimario porque hacerlo de la víctima es mucho más complejo. Es más fácil caer en ciertos parámetros sociales de cómo se construye la imagen de la víctima, sin respetarla, porque se politiza. Las historias oficial y no oficial intentan usar estos imaginarios para beneficios propios. Cada sexenio los gobiernos se aprovechan de estas víctimas o de los sobrevivientes para jugar en sus campañas.
Vuelvo a hablar de los victimarios. Es más difícil aprovecharlos en un discurso político del poder mismo. Es más fácil usar a las víctimas. Se ven como producto. Eso es lo más lamentable; eso sí es deshumanización".
Fuente: la jornada