Daniel López Aguilar
28 de agosto de 2024 07:45
La célebre poeta centenaria Ida Vitale (Montevideo, 1923) fue la protagonista de un momento mágico en la Feria Internacional del Libro de las Universitarias y los Universitarios (Filuni).
Durante la charla inaugural Érase un bosque de palabras, compartió con más de 200 asistentes su visión sobre la literatura y la vida: No hay nada más tentador que un límite, afirmó, lo que desató un oleaje de reflexiones y aplausos entre los espectadores.
Reconocida como una de las figuras más importantes de la literatura en lengua española, la autora uruguaya manifestó su predilección por la prosa sobre la poesía, a pesar de ser más conocida por esta última.
La prosa es lo que más me importa en el mundo. Me llevo más o menos bien con la poesía, pero la prosa, con todas las dificultades que me plantea, lo es todo. La poesía es cosa de ritmo, de bueno o mal gusto. Con estas palabras, Vitale reveló su respeto profundo por la complejidad de la narrativa y su capacidad para plasmar la experiencia humana.
En un tono reflexivo, compartió su percepción sobre el legado literario que todos dejan tras de sí: Creo que todos vamos por el mundo destinados a ser un cubito de prosa que queda ahí para siempre. Dichas palabras resonaron en el abarrotado salón Clementina Díaz y de Ovando.
La escritora habló con cariño de sus años en México, adonde llegó en 1974, huyendo de la dictadura militar en Uruguay. En su discurso, reflejó su aprecio por la rica tradición cultural nacional y el impacto que tuvo en su vida y obra.
Lo que uno ha hecho importa poco. Me importa volver a recuperar años muy felices, no sólo porque me iba de un país que no estaba en muy buenas condiciones políticas, sino porque llegué a descubrir una maravilla a la que me habían hecho camino. Me acercaron a ese lujo que es la literatura mexicana.
Ganadora del Premio Cervantes 2018, la autora de La luz de esta memoria (1949) comparó la historia literaria de su país natal con la narrativa nacional.
La escritora centenaria Ida Vitale habló con cariño de sus años en México, adonde llegó en 1974, huyendo de la dictadura militar en Uruguay. Foto Pablo Ramos
Ida Vitale apareció 20 minutos antes del encuentro programado al mediodía e iluminó la sala con su presencia. Los visitantes, ansiosos por verla, se desbordaron en aplausos y vítores.
La mayoría buscaba una foto del recuerdo, otros estrechar su mano, oír su voz, o simplemente verla sonreír. La autora, siempre risueña, provocó la risa de los presentes en varias ocasiones, especialmente cuando bromeó acerca de los letreritos colocados frente a ella: Ah, es para que sepan quiénes somos.
También compartió anécdotas de su vida y su formación literaria, así como la influencia de profesores notables como Carlos Sabater Casti, aunque admitió que en su juventud no le gustaban las obras de Juan Zorrilla de San Martín porque prefería una poesía más a la mano.
El momento más significativo fue cuando exclamó: El azar tiene gran importancia en la vida y comenzó a leer fragmentos de sus poemas, entre ellos Este mundo, Obligaciones diarias y Expectantes palabras. En un gesto inesperado, la también traductora y ensayista se quitó los lentes para leer, lo que evidenció que, aunque los años pasan, su visión literaria sigue siendo fresca y clara.
En mi familia (de origen italiano) eran un poco antiguos. Ahí descubrí que la poesía podía tener su mérito propio y no dependía de una música impuesta, rememoró.
Ida Vitale concluyó su participación con un consejo a las madres de hijos en edad de ser estropeados: Les sugiero que los dejen leer, aunque sean cosas no aptas para ellos. Creo que no hay nada más necesario que leer cosas que uno no entiende. A veces se intuye que no hay que preguntar; los niños no son tan tontos, pues saben cuándo hay fronteras, por esa razón no hay que prohibirles leer nada.
También recordó cómo ella misma se sintió atraída por el primer poema de Gabriela Mistral precisamente porque no lo entendía, pero sentía que marcaba un límite que debía explorar…
La poeta charló con su colega Luis García Montero, recién galardonado con el Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en el Idioma Español, quien la definió como una autora prolífica que se resguardó en México, en cuya vida cultural ha participado por décadas.
Rosa Beltrán, coordinadora de Difusión Cultural de la UNAM, quien fue la presentadora del encuentro, destacó la sabiduría de la poeta y su dedicación a la literatura.
“No cualquiera llega a esa edad, con ese nivel de sabiduría y con ese sentido que le da a sus días. Eso es una gran lección de vida. Nuestra querida Ida vino desde Uruguay y pese a los accidentados pormenores del camino, sus acciones denotan voluntad ética. Desde que la invitamos, ella dijo: ‘a México sí voy’.”
Uruguay fue como un país chiquito donde se sabía que nuestra historia era cortita, prolija, limpita y cuidada. México era todo: tenía dos historias, la literal y otra que de repente no aparece organizada en los libros, pero que es básica y es la que asimilamos de pronto por nuestra propia cuenta cuando descubrimos un poder extraordinario, una poesía, una prosa de lujo o una historia cultural sorprendente.
Fuente: la jornada